viernes, 19 de junio de 2009
LAS OBRAS DE INGRES
LAS OBRAS DE INGRES
viernes, 5 de junio de 2009
OBRAS DE INGRES
- La pintura histórica, sobre todo a partir de su estancia en Italia. A modo de ejemplo, Juana de Arco en la coronación de Carlos VII (1854, Museo del Louvre, París). En estas obras Ingres continuó el estilo de David[3] . La muerte de Leonardo da Vinci (1818, Petit Palais, París) es un ejemplo de este estilo trovador adoptado por Ingres dentro de este género[2] . Otro ejemplo de esta época es "La imposición del Toisón de Oro al duque de Berwick" (Madrid, Palacio de Liria), única pintura suya conservada en España.
- Los retratos, aunque él consideró este género como menor durante su juventud. Ejemplos: el de Mademoiselle Caroline Rivière (1806, Louvre), el de Monsieur Bertin (1832, Louvre) o Madame Moitessier (1856) (Galería Nacional de Londres). Ingres se convirtió en el retratista refinado de la nobleza y la alta burguesía, que había accedido al poder durante la monarquía de julio[3] .
- Los desnudos femeninos, de líneas sinuosas, dibujo exacto y pureza de formas. Algunas de sus obras más importantes son:
- Su Gran bañista (llamada La bañista de Valpinçon,1808, Louvre), recuerda a los lienzos de David durante la Revolución[3] ; ofrece el torso de un desnudo femenino con un gran refinamiento de contornos y de colores, la mujer está iluminada por los reflejos difusos de la toalla y del turbante que limita con líneas arabescas. Esta bañista es la primera de una serie que realizará a lo largo de toda su carrera.
- La gran odalisca (1814, Louvre), fue encargada como un medallón para la dormilona de Nápoles (1808, perdido). Representa a la mujer de un harén recostada voluptuosamente en un diván, con una pose que recuerda a Madame Récamier, de David, de la que Ingres pintó los accesorios. Es ejemplo del estilo orientalista de Ingres[2] .
LAS OBRAS DE DAVID
Para otros usos de este término, véase Neoclásico (desambiguación)
El juramento de los Horacios, obra de Jacques-Louis David
El término neoclasicismo surgió en el siglo XVIII para denominar de forma peyorativa al movimiento estético que venía a reflejar en las artes los principios intelectuales de la Ilustración que desde mediados del siglo XVIII, se venía produciendo en la filosofía y que consecuentemente se había transmitido a todos los ámbitos de la cultura
viernes, 29 de mayo de 2009
LAS OBRAS DE DAVID
Indudablemente, esta es una obra que representa un paradigma en el ámbito de la pintura histórica mundial. David elige la revolución como tema artístico. La información que aporta, por su actualidad, puede equipararse a una crónica de periódico.
Marat fue un revolucionario crítico, que pertenecía a la Convención como diputado jacobino. Vivía pobremente, todas sus ganancias las entregaba a las causas solidarias, su casa siempre estaba abierta a los demás. Le llamaban "Amigo del pueblo". Marat tenía una enfermedad de piel que le obligaba a tomar baños frecuentes para aliviar sus picores. Una de estas ocasiones fue aprovechada por Charlotte Corday para proceder a su asesinato. Ella pertenecía a círculos girondinos (contrarios a los jacobinos en la Revolución Francesa). Charlotte abusó de la confianza de Marat y mientras se disponía a leer la carta, le asesta una puñalada para dar fin a su vida.
David no ha elegido el momento de la violencia, sino que prefiere el momento final. Elige un momento sereno para una pintura de silencio que acompañe a la muerte. Así el tema se convierte en un monumento sagrado. Marat está en una postura digna, su brazo recuerda al de la Piedad de Miguel Ángel. Hay rasgos que evidencian un lenguaje marcadamente cristológico. El rostro de Marat no presenta dolor, sino que en su boca incluso se esboza una leve sonrisa, una expresión serena, más bien de puro placer físico y moral de haber sido sacrificado por una buena causa. David hace un intento de sacralización de lo laico.
Marat aparece rodeado de los instrumentos que le caracterizan, la tinta y la pluma. Aparecen algunas gotas de sangre. Al lado de su cuerpo muerto hay una caja que ya apuesta por la simplificación y la anulación del detalle excesivo. Prima la simplificación, la desnudez ideológica y política frente a la memoria del pasado. Lo único ornamental es la palabra del amigo A Marat. David. Año II.
El pathos romántico gana la partida al clasicismo. Por la gran cantidad de significados universales que aporta, esta obra es un gran hito de la pintura política.
LAS OBRAS DE DAVID
J.L. David: Los lictoresllevan a Bruto los cadáveresde sus hijos, 1789, (detalle).
viernes, 17 de abril de 2009
Se trata de uno de los primeros cuadros de su autor, de la misma época que su primera gran pintura al óleo, El crucifijo sobre la montaña, llamado El retablo de Tetschen (1807-1808) y Monje a la orilla del mar (h. 1809), obras que se convierten en seguida en objeto de escándalo y crítica.[1] Junto con este último, se expuso en la Academia de Berlín en 1810, y fue adquirido por el rey de Prusia. No se sabe si la Abadía en un bosque y el Monje a la orilla del mar son cuadros pintados como pareja, no siendo inusual que Friedrich pintase dos o cuatro cuadros relacionados entre sí.[2]
Se trata de una vista imaginaria en la que se expresa una originalidad temática y práctica, más trascendental que realista[1]
En este cuadro se ven encinas rodeando las ruinas de una abadía gótica. Friedrich se inspiró en la ruina de la iglesia de Eldena (Pomerania), acentuando su significado religioso mediante el añadido del crucifijo del portal y la ventana por encima de éste. Delante hay una sepultura y una comitiva de pequeñas figuras negras que se dirigen al portal de la ruina.[2]
Theodor Körner, contemporáneo del pintor, describió este cuadro en un verso:
«La fuente de la gracia se ha derramado en la muerte,
Y alcanzan la beatitud
Los que por la tumba pasan a la luz eterna».[2]
Es posible que la obra simbolizase dos mundos: por un lado, el de la era precristiana, personificado en los árboles, sería la época de la religión natural, y por otro lado, el de la era cristiana, con el edificio en ruinas.[2] Por otro lado, los monjes pasando junto a la tumba pero dirigiéndose, a través de las ruinas, hacia una zona más luminosa, puede simbolizar el tránsito hacia la vida eterna, como parece indicar el poema de Körner.
La parte inferior del cuadro está dominado por un tono sombrío, mientras que más de la mitad superior está dedicado a un cielo iluminado en el que se puede apreciar el contorno de la